Los dos eran muy distintos, pero sin embargo tenían muchas cosas en común.
Ambos eran jóvenes que amaban viajar.
Ella, una viajera de Chile. El un monje budista de Sri Lanka.
Un día se encontraron en Bangkok y como estaban perdidos, decidieron perderse juntos por la ciudad.
Así, ella se dió cuenta de que los prejuicios no sirven de nada.
Aprendió que a pesar de las reglas puedes compartir con otro con todo el respeto que ambos merecen.
Y en ese derribar prejuicios e ideas preconcebidas, lo más entretenido fue saber, al final del día, que los monjes también tienen Facebook.
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