Volver era algo que no deseaba y no tenía planificado.
Como alguien una vez me dijo “Hay veces en que debes hacer algo que no quieres por una meta mayor”.
Y es así, que en busca de esa meta mayor es que he regresado (por unos meses) a Santiago de Chile. Luego de casi un año de viaje continuo y que ha sido el viaje más largo que he realizado, tuve que regresar. Fue una decisión un tanto forzada por las circunstancias por muchas razones, principalmente económicas.
Sé que a muchos de los que viajan por largo tiempo les sucede lo mismo.
Sucede que cambias tanto en la ruta que al volver ya no te sientes parte de los mismos ritmos, de las mismas formas de pensar y de vivir la vida.
Sucede que al estar viajando, la vida sucede ahí mismo, no tienes tiempo que perder. Cada día representa una nueva oportunidad para descubrir cosas nuevas, comidas nuevas, personas nuevas. Y cuando regresas todo es conocido. Intento encontrar la belleza en las cosas sencillas y diarias (y la encuentro) pero no me genera la misma emoción.
Después de semanas de regreso “a casa” mi cuerpo está físicamente acá, pero mi alma y mi corazón están en otro lugar (hoy una parte está en Londres)….aún no son capaces de regresar.
Muchos cuentan que les gusta viajar porque les hace apreciar mucho más lo que tienen en casa. Yo siempre he apreciado todo lo que he tenido en mi hogar y en mi país. Es sólo que yo he cambiado, y otras cosas son ahora importantes para mí. Me provoca mucho más placer un lugar totalmente desconocido, que uno en el que conozco hasta los detalles de cada trozo de la calle, cada esquina o cada árbol.
Son todas esas experiencias que hacen sentido a mi ser. Que me hacen ser yo misma, porque cuando viajas nadie espera nada de ti más que seas amable y buena onda con ellos. No hay nadie esperando que actúes de cierta manera porque es como ellos creen que tu deberías ser, tienes la libertad de ser tu mismo.
Descubrí que lo que no me gusta de vivir en el lugar donde siempre he vivido es que algún lugar de mi subconsciente se identifica con lo que quienes me conocen esperan que yo sea. Y ahora yo he cambiado. Entonces me siento un poco sola y diferente (y me gusta sentirme diferente). Siento que las cosas que tenía en común ya no están ahí. Y no es culpa de nadie. Soy yo la que he cambiado. Mis intereses han cambiado y principalmente la forma en que veo la vida ha cambiado.
No puedo evitar recordar la canción de Gardel “Volver” en que dice “Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.” Es tal vez esa sensación de reencuentro con el pasado, con quien eras antes, lo que haga tan difícil este regreso.
Sé que yo cambié mucho, se que ya no volveré a ser la misma de antes y que eso tal vez implique dejar de ver a ciertas personas o dejar de hacer ciertas cosas. Es tal vez ese enfrentarse con quien eras antes que hace tan difícil para algunos volver al lugar donde predomina lo conocido.
Hay otros que anhelan ese encuentro, que su felicidad radica en el lugar conocido y con volver a casa. Es por ello que lo qué más te preguntan cuándo regresas luego de un viaje largo es ¿Ya por fin te cansaste y te quedas acá? ¿Ahora si vas a buscar trabajo como la gente normal?
Para mi hoy mi hogar ha crecido y me siento parte del mundo entero. No necesito de cuatro paredes conocidas para sentirme en un hogar. Mi hogar lo representan las personas que están cercanas a mi corazón y no un lugar físico.
Sobre todo cuando regresas sin planearlo, el shock es instantáneo. Al llegar al aeropuerto supe inmediatamente esta vez que no quería estar por un tiempo prolongado en Chile. Amo mi gente y mi país pero soy más feliz hoy conociendo otras culturas.
Me es más difícil aceptar las mismas cosas que acepto no estando en la ciudad en que crecí, las mismas actitudes me parecen más tolerables en una sociedad en que estoy obligada a entender y mirar como alguien que no pertenece a ella, entonces me molestan menos.
Estando de regreso sé que soy yo la que he cambiado, que todo y todos siguen igual y nadie puede entender el proceso que tuve, porque fue un proceso mío. Son muy pocos los que entienden por qué no quiero estar todos los días en el mismo lugar. Para mi es mi forma natural de existir.
Cuando emprendí este largo viaje, en parte buscaba encontrarme a mi misma, y lo logré. Me costó mucho reconocerme nómade. No fue fácil asumir que lo que más me gusta hacer en esta vida es viajar y conocer otros lugares. Es una de las cosas que más me apasiona hacer.
Me gusta tanto dormir en una carpa bajo las estrellas como en un hotel cinco estrellas. Me gusta tanto comer pasta en el restaurant más elegante de una ciudad como comer en la calle. Me gusta la aventura. Me gusta la adrenalina de vivir la vida en un lugar desconocido, con un idioma desconocido, donde eres un descocido.
Soy yo cuando me muevo, cuando viajo, cuando duermo en lugares diferentes, pruebo comidas diferentes. Me siento viva y me siento yo misma.
Ya no estoy dispuesta a dejar pasar los días siendo infeliz, realizando lo que otros esperan que yo haga y para hacerlos felices a ellos, juzgando a otros para llenar mi vida. He decidido que viviré mi vida como siempre he soñado.
Sé que esto es pasajero, así como todo en esta vida. Mientras esta etapa dure sigo concentrada en mi tarea, en preparar ese futuro que sueño. Quizás la lección más importante de esta etapa sea lograr disfrutar realmente de los detalles de la vida, del día a día, de cada segundo, no importando donde esté.
Al final de cuentas la felicidad es una decisión y se encuentra dentro de nosotros mismos, no en un templo o en un lugar determinado. Quizás esa sea la lección que tenga que aprender ahora que estoy en el lugar donde no quería estar, pero es mi presente, entonces ¡Tengo que disfrutarlo!
Me pasó algo parecido al volver. Viví un año en Rennes, Francia.Viajé, conocí cosas que nunca imaginé.. amé los lugares, las personas, todo.. creo que jamás había conocido la intensidad que podría llegar a tener la cotidianidad del día a día. Cada día era una nueva experiencia (no siempre buena, por supuesto, pero es parte de) y al volver.. me sentía extraña.. los recuerdos de mis buenos y espectaculares momentos se transformaron en un peso, en una nostalgia sorda. Ahora me lo llevo mejor, pues he comprendido, que al menos durante este año y el otro, debo permanecer acá (estoy ad portas de titularme de la universidad) para terminar y concluir algunos ciclos. Pero hay algo que cambió, ya no pienso en solo ejercer mi profesión en mi país, o en mi región (soy de la Araucanía), más bien deseo, de todo corazón poder vivir la magia de viajar, conocer lugares, personas, aprender, encontrarme y perderme en cada experiencia. A veces cuando tengo nostalgia, o quiero leer sobre viajes, vengo a visitar tu blog, leer estas reflexiones que compartes con nosotros, de alguna forma, me hace recordar lo bueno de mi experiencia, y lo mucho que aún queda por conocer. Gracias por ello .
Hola Vero! Muchísimas gracias por compartir tu experiencia y por leerme.
Para muchos es duro volver cuando no es lo que quieres en ese momento. Pero también es importante terminar ciertos ciclos y realizar las cosas en certos momentos. Para lograr objetivos mayores a veces hay que hacer cosas que no queremos en ese momento pero sin duda esa nostalgia puede mantenerse como impulsor para seguir logrando realizar esos sueños! Total al final, lo vivido siempre estará ahí para nosotros, no hay nada que se pueda comprar que se compare y se mantenga por tanto tiempo y esté siempre disponible para nosotros como las experiencias vividas.